Día 9: Schiltach, Gutach, Schonachbach, Schonach y Triberg

Kilómetros aproximados: 85.

Como ayer, a las 8’45 conseguimos estar ya en carretera para dirigirnos a SCHILTACH, hasta donde teníamos menos de una hora; otro pequeño y tranquilo pueblo parecido a Gengenbach, aunque este es prácticamente una cuesta; muy tranquilo, pero como en todos los pueblos los coches llegan a todas partes, y es misión imposible conseguir fotos de estos bonitos pueblos sin coches.

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Merece la pena acercarse al río, desde donde también vas a tener unas bonitas imágenes; la visita nos llevaría algo menos de una hora.







Siguiente visita, SCHWARZWÄLDER FREILICHTMUSEUM “VOGTSBAUERNHOF” que es el Museo al aire libre de la Selva Negra, donde se encuentran reproducciones de granjas, molinos, aserraderos, graneros, establos, capillas, panaderías y todo lo que formaba parte de la vida rural. Horario: 9 a 18. Precio: 9 €. Se encuentra fácilmente en carretera B33. El parking valía 4 €, se pagaba en la taquilla del museo al pagar las entradas, y se quedaba en 2 €.

Había gente, pero como es un lugar bastante grande y hay bastantes cosas para ver, no llegó a ser molesto; y aunque el sol brillaba, la temperatura era bastante agradable.











Nos gustó mucho, hay mapas en español y además en cada casa hay unos paneles informativos en cuatro idiomas, incluido el español también; esto es algo bastante nuevo. La visita nos llevaría un par de horas.


Para comer hay un restaurante, zonas de picnic, y saliendo del museo de camino al parking hay lugares de comida rápida. Nosotros decidimos que era el momento de probar la famosa Tarta Selva Negra (Schwarzwälder Kirschtorte), con chocolate, cerezas  y nata; decidimos que no íbamos a comer nada más porque los pedazos de tarta que ponen son brutales, y si comíamos un plato luego ese postre sería imposible; los dos pedazos de tarta y un agua grande nos costó 12’70 €. La verdad es que no nos gustó, nos decepcionó tanto que ya no pedimos más en todo el viaje, a mí me encantan las cerezas, pero es que la tarta sabe prácticamente sólo a nata, se hace muy empalagosa.


Siguiendo la misma carretera B33, en 20 minutos llegamos a SCHONACHBACH, para visitar el que actualmente es el reloj de cuco más grande del mundo. Es muy fácil de encontrar porque pertenece a la tienda EBLE UHREN-PARK y se ve perfectamente desde la carretera. Fue construido en 1997 y le quito el puesto a otro que hay en Schonach.

Para entrar a verlo por dentro, valía 2 €, y se pagaba directamente en la máquina del torno, pero solo admitía monedas de 0’50 € y 1 €, nosotros no llevábamos, pero en la tienda cambian sin problemas. Ves el cuco por dentro, que no es una gran cosa, pero es curioso ver el mecanismo de un reloj tan grande. Se sale por la tienda, y allí compramos unos imanes de cuco para regalar muy monos a 9’90 € con reloj y péndulo en movimiento, muy graciosos, y como además iban en una cajita llegaron bien a casa.





Al salir de la tienda llegamos justo a las 3, para ver el cucú cuando sale a dar la hora.


Luego cruzando Triberg en menos de 10 minutos llegamos a SCHONACH, para ver el que fue el primer reloj de cuco más grande del mundo, este fue construido en 1981 por la Familia Dold; este era el más grande hasta que el que visitamos antes le quito el título. Horario: 9 a 12 y 13 a 18. Precio 2 €. Desde luego una vez vistos los dos, este nos pareció muchísimo más bonito que el otro. Hicimos las fotos, esperamos que sonara el cuco de las 4 y ya nos fuimos.





El destino donde íbamos a pasar noche era TRIBERG, por donde acabábamos de pasar de camino al último cuco y donde llegamos en dos minutos. No tardamos en encontrar el Hotel Restaurant Ketterer am Kurgarten, tras hacer el check-in, cuando subimos a la habitación todavía nos dio tiempo de ver del final del Tour. En la habitación hacía calorcillo pero soportable.

Descansamos un rato y salimos a dar una vuelta, vimos que justo enfrente del hotel salía un camino que te lleva a las cataratas, así que no nos pudimos resistir.








Luego dimos un paso pero en realidad no vimos mucho que merezca la pena, excepto las cataratas que es lo que viene a visitar aquí todo el mundo. Entramos en una tienda a por un imán, y allí nos atendió una chica de Jerez muy simpática con la que estuvimos un momento de conversación.



Después momento relax con una cerveza, en un local con una terraza al lado de las cataratas, Landgasthof zur Lilie, al llegar se estaba muy fresquito y muy bien, pero poco a poco refrescaba más; decidimos quedarnos allí a cenar, pero fuimos dentro, el local es enorme, tiene dos plantas, y era muy bonito y confortable, pedimos dos bratwurst con ensalada, que junto con las cervezas costó 35 €; muy buenas las salchichas, desde luego no son la imagen que tenemos nosotros de la típica salchicha alemana.









Tras la cena volvimos a pasar por las cataratas (durante la tarde noche es entrada libre), porque queríamos verlas iluminadas, pero todavía no era de noche del todo.



Así que como estábamos muy cerca del hotel volvimos y estuvimos haciendo tiempo con internet, hasta que ya fue de noche, y sobre 10’30 pasadas salimos a verlas con la iluminación.

Fuimos por el camino que salía justo frente al hotel, a esas horas como era de esperar estaba muy muy tranquilo, no había nadie; según nos dijeron las iluminan hasta medianoche. La verdad es que esperábamos algo más de luz, pero bueno no estuvo mal.


Luego al hotel, mañana a primera hora ya las visitaríamos con más detalle.

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